"Bela"
Hace muchos, muchos años había un
Reino que estaba dominado por un poderoso hechizo: la tristeza. Aunque el
hechizo era muy potente no en todos los lugares conseguía vencer. Uno de estos
lugares estaba situado en una pequeña cabaña, en un bosque, donde habitaban un
padre, una madre y una niña pequeña llamada Bela.
Delante de la entrada de la casa había
un jardín precioso, rebosante de flores, las cuales con infinidad de colores desprendían
todo tipo de fragancias. La madre de Bela era la que se encargaba de cuidarlo.
Muchos de los vecinos y gente de paso, se quedaban delante viendo el
espectáculo de colorido y sumergiéndose en el mar de olores. Muchas veces, en
este estado de contemplación, podían oír las risas de Bela, de la madre y del
padre y en ocasiones la puerta se abría convidándoles con una amplia sonrisa a
que pasaran dentro a refrescarse, a comer o a degustar algo de la deliciosa
comida que la madre de Bela había preparado.
Bela, niña alegre, muy
bella, crecía feliz, rodeada del cariño de sus padres, de las risas y de las
sonrisas que tanta gente mostraba al entrar en la cabaña. A veces el padre de
Bela se ausentaba para ir a trabajar y para, como le decía la madre, ayudar a
los que le necesitaban. Los padres de Bela se habían ganado la reputación de
buenas personas porque siempre acogían a todos y siempre ayudaban a todos los
que se lo pedían.
Cuando Bela tenía alrededor de 11
años se dio cuenta que el jardín no tenía tantas flores y que su madre ya no
sonreía tanto. Había días que encontraba a su madre en la cama. En poco tiempo
el jardín se quedo sin flores, la gente ya no se paraba delante y apenas
entraba nadie a la cabaña. Su madre pasaba casi todo el tiempo en la cama y su
padre dejo de sonreír. El hechizo de la tristeza también consiguió entrar en la
familia.
Antes de fallecer, cogiendo a
Bela entre sus brazos y mirando a su marido con profundo cariño, les hizo
prometer a los dos que la tristeza no entraría en sus corazones y que lucharían
por ser felices. A Bela además le dio un colgante que tenía tres iniciales: B,
E, L.
– Pero mamá, indicó Bela. Le falta
una letra.
La madre con cara cansada pero
con una sonrisa de profundo cariño le contestó:
- No hija. La B es de bondad, la
E es de esperanza y la L es de luz. Cuando en tu vida haya rasgos de cada una
de ellas, al ser mágica, se iluminará la correspondiente letra. Son tres
características que todos necesitamos para ser felices. La letra que falta la
debes buscar por tu cuenta. Cuando la encuentres, tú y el colgante, estaréis
completos y radiantes.
Al poco tiempo la madre falleció.
Bela y su padre intentaron cumplir la promesa que habían hecho a la madre de que
la tristeza no entrara pero era una tarea muy difícil cuando faltaba ella. Bela
se ocupó del jardín y su padre procuraba ayudar a todos los que se lo pedían.
Al cabo de unos años el padre le dijo a Bela que necesitaban de otra madre, de
otra esposa para recuperar la felicidad que habían perdido.
Tres meses después de esa
conversación Bela, que tenía 15 años, conoció a la que iba a ser su madrastra:
Laila. Era una mujer muy bella, muy elegante, con una bonita sonrisa pero que no
iba acorde con su mirada. El padre se encontraba eufórico y feliz como hacía
tiempo que no estaba.
Los primeros días con Laila fueron
muy felices. Las risas volvían a llenar la casa. Bela había conseguido que el
jardín de nuevo tuviera flores y ella además se esforzaba para que se pareciera
al jardín que cuidaba su madre. La gente volvió a pararse a la entrada de la
cabaña a contemplar el espectáculo de las flores, a escuchar las risas que brotaban
de la casa. Pero al segundo mes el rostro de Laila se torno más duro, de su garganta
no volvieron a surgir más risas o palabras cariñosas, su rostro se ensombreció.
Comenzó a tratar a Bela de forma despectiva, a reñirla, a su marido le cuestionaba
una y otra vez el por qué de ayudar a los demás llegándole a prohibir salir de
la cabaña para no hacer otra cosa que su trabajo.
La fuerza del hechizo de la
tristeza volvió a entrar en la cabaña y quiso apoderarse de nuevo de la
familia. Laila cada día trataba peor a Bela: la insultaba, le decía que no la
quería, e incluso le dijo que era mejor que no hubiera nacido. Bela una y otra
vez recordaba a su madre, recordaba la promesa que le habían hecho y se
aferraba cada vez con más fuerza al colgante, el cuál parecía igual de triste
que ella. Esa noche lloró y lloró en la cama hasta quedar rendida de cansancio.
Mientras dormía una pequeña luz entró en la habitación. Bela desde la cama
medio adormilada la observaba.
- ¿Quién eres?, preguntó con curiosidad.
– Shhss, no te asustes, respondió
la luz. Escucha, tengo algo muy importante para ti.
- ¿Qué quieres?, preguntó en un
susurro Bela mientras contemplaba y escuchaba embelesada.
– He visto el dolor de tu corazón
y vengo a ayudar. Te voy a dar un vestido que a todo el mundo maravillará, una
capa que tu verdadera apariencia física a los demás esconderá y unas palabras
mágicas que con sentido tu tristeza cambiará.
- Cuando te encuentres triste, mi
querida Bela, envuélvete en la capa, piensa en un momento de amor que hayas
tenido en tu vida y repite las palabras mágicas que te voy a decir: “Con amor
vencerás la tristeza y algo más”.
La joven, aturdida aún por el
sueño repitió en su cabeza y corazón, las palabras que acababa de escuchar, “con
amor vencerás la tristeza y algo más”. Inmediatamente la pequeña luz,
sonriéndole, hizo un pequeño guiño y desapareció de la habitación. A pesar de
que era de noche, en la habitación había luz. Procedía del colgante. La letra E
se había tornado luminosa y de ella brotaba una intensa luz, como si fuera de
una estrella. Con el corazón latiéndole más deprisa la joven se preguntaba qué
significaba aquello.
En su cama aparecieron un
vestido, el más precioso que había visto jamás y una capa de aspecto normal.
Inmediatamente Bela los recogió, se puso unos zapatos y sin hacer ruido salió
de la cabaña, dirección al bosque. Durante varios días anduvo y anduvo sin rumbo
fijo. Quería alejarse de Laila, la que había traído la tristeza de nuevo a la
familia.
Un día se fijó en una pequeña
cabaña de la que salía una anciana con un cántaro. La anciana caminaba con
mucha dificultad y se dirigía hacia el río. Cuando volvió del río, no sin
dificultades, regó con parte del cántaro un par de flores que tenía delante de
la cabaña. Inmediatamente la joven Bela recordó el jardín que cuidaba su madre
y la tristeza volvió a apoderarse de su corazón. En ese momento recordó la
conversación que tuvo con la luz y sentada al lado de un árbol, se envolvió en
la capa, recordó los momentos en que su madre le abrazaba y repitió las
palabras mágicas “con amor vencerás la tristeza y algo más”. En ese mismo
instante la anciana se dio cuenta de su presencia y le invitó a que se
acercara. Con la capa puesta se acercó a ella y se dio cuenta que la anciana
vivía sola. Apenada pero con el corazón fortalecido por las palabras mágicas
decidió ayudarle. La anciana le comentó que la familia estaba enfadada con ella
y que estaba sufriendo mucho porque no se atrevía a visitarles y porque
físicamente ya no se encontraba bien. Bela se quedó unos días con ella,
ayudándola en las tareas, hablando de su enfado con la familia y haciéndole la
promesa de que su sufrimiento iba a terminar. La anciana le preguntó que cómo
iba a ser eso. Bela, con una sonrisa amplia, le tranquilizó diciendo que en una
semana volvería.
Durante varios días y noches
Bela, preguntó por todas las cabañas del bosque buscando la familia de la
anciana, hasta que un día, cuando menos se lo esperaba y ya cansada de la
búsqueda, encontró a la familia que con tanta ansia buscaba. Les habló de su
madre y de lo que pasaba. Los padres con sus cuatro hijos decidieron acompañar
a la joven para reencontrarse con su madre. Al llegar a su casa la encontraron
sentada a la entrada, con lágrimas en los ojos y con la mirada avergonzada
hacia el suelo. Toda la familia abrazó a la anciana y la cubrió de besos. La
anciana sin dejar de llorar, sonreía y constantemente repetía la palabra
perdón. Bela, contemplando desde cierta distancia la escena, se dio cuenta que
una luz brotaba del colgante, en este caso era la B que brillaba con intensidad.
Y con una sensación confortable, saludando con una mano y con una amplia
sonrisa en el rostro decidió seguir su rumbo por el bosque.
Uno de los días, mientras
caminaba medio absorta por el bosque, escuchó un gran ruido de caballos que se
dirigía hacia ella. Se escondió detrás de la maleza y observó a un grupo de unos
30 jinetes, con espadas, hachas sangrantes en las manos. Todos ellos sonreían
pero con una expresión que no era de alegría o felicidad. Bela, inquieta y
perturbada por esos rostros, se preguntaba quiénes eran y qué habían hecho. Después
de tranquilizarse reanudó su camino y al poco tiempo divisó en la lejanía un
poblado en llamas y medio destruido.
Durante todo un día siguió
caminando hacia ese grupo de cabañas y casas medio derruidas. Al mediodía del
día siguiente alcanzó su destino. El pueblo olía a muerte y a destrucción. Con
la capa puesta, vio que la gente en cuanto percibía su presencia huía. Intento
acercarse a un pequeño pero, éste con cara de miedo, totalmente asustado, corrió
a esconderse.
Al atardecer, pasando por delante
de una cabaña, de las pocas que quedaban en pie, escuchó unos sollozos y lloros
amortiguados. Entró y vio una madre con tres niños de corta edad, uno en su
regazo y dos apoyados sobre ella, llorando. Al percibirse de su presencia, la
madre con la cara mugrienta y con los surcos de las lágrimas reflejados en su
rostro, le dirigió una mirada felina que reflejaba miedo, locura y
desesperación. Al intentar acercarse a ellos, éstos se movieron hacia la otra
esquina de la cabaña. La madre puso detrás a sus pequeños y le preguntó ferozmente
a Bela qué es lo que quería. Bela con voz suave y tranquila le respondió que
quería saber lo qué había pasado. La mujer derrumbándose al lado de sus hijos
le contó cómo un grupo de jinetes había destruido el pueblo y asesinado a la
mayoría de los hombres, entre ellos su marido y padre de sus hijos.
La tristeza y la más profunda
oscuridad habían entrado al pueblo y a los corazones de sus habitantes. Sentada
al lado de la mujer y de sus hijos, se envolvió en la capa y recordando su
casa, el jardín, las miradas y palabras cariñosas de su padre y de su madre,
repitió las palabras mágicas: “con amor vencerás la tristeza y algo más”. Bela reconfortada
por las palabras, abrazando a la mujer, le preguntó si tenía algo para preparar
un caldo para la noche. La mujer, más tranquila, le contestó que no tenía
suficiente para todos, pero que podía utilizar todo lo que tenía para cocinar.
Bela cogió un gran puchero, lo sacó a la mitad del pueblo, encendió un gran
fuego y puso agua a hervir.
Luego pasó por todas las casas,
las derruidas y las que quedaban en pie y en todas ellas después de hablar con
la asustada gente les pidió si tenían algo para comer. Les fue pidiendo a todos
que fueran echando cosas al gran puchero colocado en el centro del pueblo. La gente,
superando su desconfianza hacia Bela, comenzó a echar alimentos al gran
puchero: alguna gallina, verduras, algo de la matanza del cerdo que tenían en
sus casas, algunas patatas, algunos huevos,…
Al cabo de un par de horas Bela
pidió a toda la gente que se acercara para tomar un delicioso caldo. Todos los que
habían sobrevivido al ataque de los asesinos se acercaron alrededor del fuego
con sus recipientes. Al lado del gran puchero, sentados en el suelo, en un gran
silencio comenzaron a sorber el caliente caldo que esa extraña les había
preparado. Los gemidos y sollozos previos dieron paso a los ruidos producidos
al sorber el caldo, incluso se empezaron a escuchar las voces de los más
pequeños dirigiéndose a sus madres.
Al día siguiente Bela, se levantó
muy temprano y con ayuda de algunas mujeres y de algún hombre se preocuparon de
preparar un desayuno a base de leche, pan que habían encontrado por las casas,
huevos y algo de cerdo puesto a la brasa. Según se iba levantando la gente, se
fueron acercando a la zona donde Bela había preparado el desayuno. Aunque las
caras de la gente seguían mugrientas y algo idas, comenzó a aflorar una pequeña
sonrisa en sus labios.
Después del desayuno Bela reunió
a los hombres que quedaban y a algunas mujeres y comenzaron a pensar cómo
reconstruir el pueblo. Las mujeres se dedicarían a limpiar todas las casas
derruidas, los hombres a levantar nuevas cabañas y casas, los niños a cuidar de
los animales y a recoger agua y leña y los niños más mayores irían a buscar a
familiares y amigos que vivían en cabañas y pueblos más cercanos para pedirles
ayuda. Esa noche, después del duro trabajo, durante el caldo compartido, Bela
se dio cuenta que la E de su colgante brillaba con intensidad.
Al cabo de un mes el pueblo
estaba totalmente reconstruido, en muchas casas habían empezado a abrirse las
flores y se escuchaban de nuevo las risas y juegos de los niños. Bela comunicó
a la gente que ella tenía que seguir su camino. El pueblo ese día le preparó
una gran fiesta, con bailes y juegos. Al despedirse de todos ellos se dio cuenta
que en su colgante brillaba con una luz fuerte y brillante la letra L. Comprendió
entonces que la alegría, la luz había vuelto a ese pueblo.
Bela continuó su camino por el
bosque. Un día apareció ante su vista un castillo enorme, precioso, luminoso.
Los rayos del sol al impactar sobre él aumentaban su esplendor y belleza. Embelesada
por tal visión decidió acercarse y entrar. El castillo y las casas que había
dentro de él estaban todas decoradas, engalanadas con flores y cintas de todos
los colores. De todas las esquinas brotaban olores que despertaban el apetito.
De repente, unas trompetas comenzaron a sonar y un soldado con una armadura brillante
anunció que esa noche se iba a celebrar un baile en el que todas las jóvenes
estaban invitadas ya que el príncipe andaba buscando esposa.
Incitada por la curiosidad, Bela
quería saber cómo era el baile y conocer al príncipe. Se puso el hermoso vestido
que le había dado la luz y se ciñó al cuello el colgante que le había dado su
madre. Durante el baile todas las miradas se fijaron en ella, la del príncipe
también. Embelesado por tanta belleza el príncipe se acercó a Bela y le pidió
bailar con ella. Ella se fijó en lo bello que era, en sus formas suaves y
firmes, en su voz sedosa y agradable. Bela se quedó prendado de él y de su
encanto.
A lo largo del baile el príncipe
le habló susurrando de cómo una anciana que le había cuidado de
pequeño le había contado cómo una persona le había ayudado a reconciliarse con
la familia y de cómo una chica había ayudado a levantar el ánimo y a todo un
pueblo destruido por los bandidos. Le comentó que a él le gustaría casarse con
una chica con ese corazón.
Según iba contándole las historias
las letras del colgante empezaron a brillar. El príncipe extrañado por la
belleza que brotaba del colgante, de sus luces y brillos intensos, con las
manos comenzó a contemplarlo. Mientras tanto Bela comenzó a llorar por el
recuerdo de lo vivido y por las palabras de él. El príncipe sorprendido le miró
y le preguntó qué le pasaba. Bela no pudo contenerse y dándose la vuelta salió
corriendo del baile. Al girarse bruscamente el colgante se soltó de su cuello y
quedó en las manos del príncipe.
El príncipe, asombrado por la
reacción de aquella joven, salió corriendo detrás de ella pero no pudo
alcanzarla. Mirando al colgante se quedó pensativo preguntándose quién era
aquella joven. Su corazón deseaba encontrarse de nuevo con ella.
Al día siguiente salió a pasear
por las plazas y calles del castillo con la esperanza de encontrarse con esa
joven. Según paseaba se encontró con una anciana que le dirigía una amplia
sonrisa. Iba acompañada de una familia con cuatro chiquillos. Al momento se dio
cuenta que esa anciana era aquella que le había cuidado siendo un niño.
Mientras la abrazaba vio al hombre joven que le había contado lo que había
pasado en el pueblo destruido por los bandidos.
Seguían hablando, cuando de
repente, la anciana y el joven callaron. Se dirigieron a una joven tapada con
una capa que se encontraba en la otra esquina de la plaza. Se acercaron a ella
y agarrándola por las manos la trajeron hacia el príncipe. Llenos de emoción se
la presentaron como a la persona que había cambiado sus vidas, aquella que había
roto el hechizo de la tristeza. En un primer momento el príncipe no reconoció a
la joven, pero al mirar a sus ojos, su corazón dio un salto y temblando comprendió
que enfrente tenía a la joven con la que había bailado la noche anterior. Bela
mientras tanto seguía callada, mirando fijamente a los ojos del príncipe, sin
nada que decir pero a la vez con el corazón invitándole a decir todo.
El príncipe sacó de su bolsillo
el colgante, el cual brillaba con intensidad. Se lo puso en las manos de la
joven. Bela cuando apartó los ojos de la mirada del príncipe para posarlos
sobre el colgante, se dio cuenta que el colgante brillaba con una fuerza que no
había visto jamás. Con gran asombro percibió que tenía una letra que antes no
tenía: la A. Bela recordó las palabras de su madre y mirando al príncipe, con lágrimas
en los ojos, le sonrió. El príncipe le puso un dedo en sus labios e inspirando
profundamente le dijo si quería casarse con él ante la mirada atónita de todos
los presentes.
Agarrando las dos manos del
príncipe y sin apartar la mirada de su rostro, Bela llorando le dijo que sí. Besó
sus labios y en ese momento la luz que había comenzado a brillar en la nueva
letra del colgante brilló con tanta intensidad que los presentes tuvieron que
cerrar los ojos. Era la letra que completaba el colgante y que le faltaba a
Bela: la A de AMOR.
Por supuesto Bela y el príncipe
vivieron muy felices, logrando que en su reino el hechizo de la tristeza fuera
perdiendo fuerza hasta casi desaparecer.
Argumentación sobre los cambios
realizados.
El cuento adaptado lo dirigiría a
alumnos de Sexto de Primaria. También sería apropiado para alumnos mayores, más
acordes con la edad de la protagonista. El texto quizás tendría que ser más
breve ya que la duración de la exposición rondaría los 20 minutos.
Para hacer una buena adaptación
del cuento “Toda clase de pieles”, he procurado respetar los elementos
esenciales del esqueleto de la versión de los hermanos Grimm:
- Hay un núcleo familiar feliz que
protege inicialmente a la protagonista.
- Algo sucede, su felicidad está
en peligro y tiene que huir de la seguridad de su infancia.
- Sale al bosque, a enfrentarse a
la vida adulta y a buscar el amor verdadero.
- Esconde su verdadera apariencia
bajo una capa.
- Hace determinadas pruebas que le
preparan para la vida adulta.
- Su verdadero ser es
descubierto.
- Preparado para formar un núcleo
familiar feliz.
Los cambios realizados son los
siguientes:
- La familia no es una familia
regia, sino normal, de origen humilde como la que pudieran tener los alumnos de
sexto de Primaria. En vez de los arquetipos de belleza, riqueza y juventud a
los padres les he dado otros valores como la bondad, empatía y solidarios con
los demás, valores, por cierto atrayentes para los pre y adolescentes.
- He eliminado el incesto ya que
es un tema que puede resultar desagradable (aunque en algunos pocos casos puede
resultar real) y en vez de él he incluido una madrastra que puede resultar más
cercano (ver a la madre más lejana, enfadarse con ella, incluso la llegada de
una nueva madre a casa,…).
- He alargado la estancia en el
bosque incluyendo pruebas que van preparando a la protagonista. Son relativas a
la búsqueda de lo bueno, de ayudar a los demás, de despertar la esperanza, de
eliminar la tristeza de los corazones, de cambiar lo que está mal…temas muy
acordes con el deseo de utopía de las edades de 11-12 años. También he incluido
algo de sangre y destrucción temática que tiene cierta atracción, sobre todo
entre los chicos.
- He incluido la presencia de un
ser mágico que ayuda: la luz. En la versión de los hermanos Grimm, por lo menos
en la contada en clase, no había ninguno. En otros cuentos la luz sería análoga
a las hadas madrinas o los ángeles de la guarda.
- En vez de varios regalos de la
madre, en esta adaptación recibe uno que es además mágico y que le va afirmando
en el camino que tiene que hacer para ser verdaderamente feliz.
Bibliografía:
- Propp, V. I. A., Propp, V. I. A., & Meletinski, E. M. (1981). Morfología del cuento. Madrid: Editorial Fundamentos.- Bettelheim, B. (1983). Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica.
- Pelegrín, A., & Lacoma, M. (1982). La aventura de oír: Cuentos y memorias de tradición oral. Madrid: Editorial Cincel.
- Labajo, I (2012) Cuando la literatura se adapta al niño. http://www.youtube.com/watch?v=hmG8g5KNXMc. Tomado el 28 de octubre de 2014